Como hemos discutido en este blog, la inteligencia artificial ha logrado avances significativos en áreas que van desde la generación de imágenes hasta la escritura. Sin embargo, cuando se trata de crear música que realmente conmueva, la IA enfrenta desafíos enormes.

Si bien los generadores de música con IA pueden producir melodías competentes, sus obras a menudo se sienten vacías, desconectadas de la experiencia humana única que define la música. El YouTuber Adam Neely analiza en sus videos las dificultades que enfrenta la IA en la composición musical.

El “talón de Aquiles” de la música con IA: falta de emoción y contexto cultural

Uno de los principales obstáculos proviene de la comprensión que las empresas de IA tienen de la música. Para muchos desarrolladores, la música se considera un “problema” que debe optimizarse mediante algoritmos, en lugar de una forma de arte que debe explorarse. Esta forma de pensar despoja a la música de su esencia: su profundidad emocional, sus raíces históricas y su significado cultural.

Por ejemplo, una melodía generada por IA sobre una hamburguesa con queso podría imitar la estructura del blues del delta, pero esto en realidad menosprecia la rica historia que dio origen a este género. Esta concentración en “resolver” la música la reduce a un ejercicio de replicación de patrones, perdiendo la intención que le da significado.

Guitarra Música IA (2)

Nota de la fuente: Imagen generada por IA, proveída por Midjourney.

A la música con IA le falta la “humanidad” a la que respondemos instintivamente en el arte. La música está intrínsecamente ligada a la historia, las pasiones y las tradiciones humanas. Sin embargo, la mentalidad aceleracionista de muchos desarrolladores de IA prioriza el avance tecnológico por encima de la comprensión de por qué la música nos conmueve. Esta miopía da como resultado música que suena refinada pero se siente falsa. Al carecer de humanidad compartida, las obras de IA no pueden capturar las cualidades inexplicables que hacen que la música resuene con individuos y sociedades.

Otro obstáculo importante que enfrenta la IA es la falta de interés de muchos desarrolladores en el proceso artístico. Los compositores e intérpretes humanos toman decisiones basadas no solo en el conocimiento, sino también en la intuición, la sensación y los impulsos puros. Inyectan toques espontáneos, incluso imperfecciones deliberadas, para expresar su individualidad.

La IA, por otro lado, funciona analizando y replicando patrones. Pero no comprende por qué existen esos patrones. Por ejemplo, una IA podría extender una frase o introducir una progresión de acordes que suene correcta según sus datos de entrenamiento. Pero sin el contexto o la intención adecuados, el resultado puede parecer desprovisto de alma.

Alan Turing, en su artículo de 1950, propuso el juego de la imitación, que luego inspiró la prueba de Turing. Él comprendió que para que una máquina mostrara una inteligencia comparable a la humana, se necesitaban aleatoriedad e imprevisibilidad. El aprendizaje automático moderno incorpora estos elementos, pero la aleatoriedad por sí sola no hace que la música tenga sentido. Porque la “aleatoriedad” implica falta de comprensión. La música no se trata solo de giros inesperados o combinaciones novedosas, sino de crear una conexión emocional. La IA puede imitar la aleatoriedad o la estructura como sus programadores lo deseen, pero no sabe por qué debería hacerlo.

La lección que los entusiastas de la IA están a punto de aprender es que la cultura no se puede reducir a puntos de datos. La historia de géneros como el jazz, el blues y la música clásica está intrínsecamente ligada a los contextos sociales e individuales que los moldearon. Por lo tanto, la música generada por IA a menudo parece insípida porque carece de este contexto fundamental. Puede imitar las características superficiales de un género, pero no puede capturar la historia de fondo que le da alma a la música.

Incluso si la IA pudiera crear música indistinguible de la humana, seguiría sin resolver el problema más profundo: la intención.

La música no es solo ondas sonoras impuestas a moléculas de aire desprevenidas. Es una forma de comunicación entre el creador y el oyente. A la música generada por IA le falta la intención y la conexión emocional que la gente busca naturalmente en el arte. Esta falta de intención es la razón por la que la música con IA (así como el arte visual y la ficción), por más impresionante que sea la tecnología, a menudo se siente incompleta.

Los humanos tenemos la capacidad de reinterpretar y redefinir la música, incluso de encontrar significado en canciones que inicialmente no nos gustaban. Porque la música invita a la participación. Es un medio en el que la gente participa activamente, ya sea bailando, cantando o simplemente escuchando atentamente. En contraste, la música con IA a menudo se siente estática, y rara vez permite que el oyente se conecte o la reinterprete.

El futuro de la música con IA: auxiliar, no sustituta

La música generada por IA enfrenta enormes obstáculos para replicar las dimensiones emocionales, culturales e históricas de la música humana. Si bien puede producir con éxito piezas técnicamente competentes, carece de la intención, la comprensión cultural y el carácter necesarios para lograr el toque humano esencial.

Dicho esto, la IA puede mejorar la música de diversas maneras sin reemplazar los elementos humanos. Cuando se utiliza adecuadamente, la IA puede ser una herramienta para los artistas, ayudando en la composición o el diseño de sonido, al tiempo que deja espacio para la creatividad y la expresión emocional. El desafío radica en asegurar que la IA sea un complemento de la rica tradición musical, no un sustituto.

Porque, en última instancia, la música no es solo una secuencia de notas. Refleja quiénes son los oyentes y les abre una puerta a un mundo ideal. Mientras los desarrolladores de IA consideren la música como un problema que debe resolverse, en lugar de un medio de expresión, la música generada por IA seguirá siendo sintética.