La semana pasada, cerca de 100 escritores protestaron frente a la sede de Meta en Londres, acusando a la tecnológica estadounidense de "robar" sus obras sin permiso para entrenar modelos de inteligencia artificial. Los manifestantes gritaban "¡Meta, Meta, ladrones de libros!", algunos con pancartas que decían: "Quería escribir un cartel, pero ustedes lo robarían" y "Devuélvanle nuestros libros a Zuck", una clara referencia irónica al CEO de Meta, Mark Zuckerberg.
Previamente, se generó preocupación por la noticia de que Zuckerberg autorizó el uso de una biblioteca online llamada "LibGen", que ofrece acceso a más de 7.5 millones de libros, muchos de los cuales podrían haber servido como base para el entrenamiento del IA de Meta. Ante esto, The Atlantic creó una base de datos searchable para que los autores pudieran comprobar si sus obras se incluían en los datos de entrenamiento de la IA.
Un portavoz de Meta declaró a The Guardian: "Respetamos la propiedad intelectual de terceros y creemos que nuestro uso de la información en el entrenamiento de modelos de IA cumple con la legislación vigente". Sin embargo, el escritor A. J. West se mostró indignado tras encontrar su obra en la base de datos, expresando sentirse "violado y asqueado". "Es repugnante que mi trabajo, en el que he invertido años de mi vida y esfuerzo, se use para enriquecer a multimillonarios de la tecnología", declaró con amargura.
West intentó entregar una carta firmada por varios escritores reconocidos a Meta, pero encontró las puertas cerradas. "Es ridículo que una empresa que ha robado miles de millones de palabras tema a una página con 500", comentó. Hizo un llamamiento al gobierno británico, calificando el silencio de la ministra de Cultura, Lisa Nandy, de "inaceptable" y acusando a Meta de perpetrar "el mayor ataque a los derechos de autor en la historia de Gran Bretaña".
La escritora y guionista de televisión Gail Rebuck, de 69 años, declaró: "Si robas un anillo de diamantes, hay consecuencias; esto también debería tenerlas". Destacó la importancia de la protección de los derechos de autor, recordando que la industria creativa es la segunda más grande del Reino Unido, generando 125.000 millones de libras esterlinas anuales.
La escritora y artista Sophie Parkin afirmó que la situación actual "está cambiando la vida de todos" y cuestionó el sentido de seguir escribiendo. Llevaba un sombrero con el lema "Pagar a los autores por IA", instando al gobierno a actuar y criticando la "connivencia" del primer ministro, Keir Starmer, con estos multimillonarios.
Esta protesta pone de manifiesto una vez más la ira de los creadores hacia las empresas que construyen plataformas de IA generativa, que necesitan grandes cantidades de texto, imágenes y sonido para construir sus modelos predictivos. Aunque las principales empresas de IA afirman que sus prácticas cumplen con la cláusula de "uso legítimo" de Estados Unidos, este argumento está siendo desafiado en los tribunales de Estados Unidos y otros países.